17.4.08

AFRIKALDÍA VI

A través de la ventana, sin cristal y sucia, carcomida por las lluvias del verano, Afrika adivina la cara de un niño ke una vez cargó. Ke llevó por dentro y ke, en un momento, se escapó de ella.

Trata de recordar su cadencia un poco desesperada, su latir, su intermitencia, pero, igual ke la ventana, su memoria también se ha empañado con el polvo de los días. Pero recuerda su nombre y por eso no se asusta. Su identidad aparece algo borrosa en la noche, y no puede permitirse ser la culpable de eso.

Afrika mira la luna, ke esta noche es casi llena y no dejará ke amanezca hasta repetir, por orden, los nombres de cada uno de los ke una vez cargó, de los ke llevó con ella encima de sus entrañas, de los ke llevó con ella tras sus pechos de madre, sus pechos de niña.

Kizás la noche sea eterna, kizás no. Son tantos nombres los ke tiene en la memoria, tantas voces, son tantos los ke no están, los ke no han llegado. Son tantos nombres distintos, tan iguales otras veces. Son tantos ke podrían ser uno solo. Son tantos ke siempre serán el mismo.

Kizás la noche sea eterna. Ojala hubiera luna llena.

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