5.3.22

ECHAR DE MENOS SIN PRETENSIONES

Mi crisis de los 40 ha empezado, a cuentagotas, un año antes de tiempo. Hasta ahora no había sido capaz de identificar que este volver a mí misma, a esa yo que no se entiende pero que quiere intentarlo, a esa yo que se despierta a media noche para decirse a sí misma que sea, que no siga transformándose en aquello que no es. Este volver a la intensidad emocional, este reencontrarme con mis fantasmas, esta vez con más aceptación y menos querer encajar, todo este compendio de haceres que me recuerdan a algo, es eso que llaman crisis de los 40.

Y me resulta curioso que cualquier momento de cambio en la vida lo impugnemos como algo que no debería existir, en lugar de lanzarnos a las fauces del dragón y dejarnos engullir para ver cómo emergemos, después, como un fénix. Los terribles dos, los insoportables adolescentes. Y qué maravilla si pudiéramos escucharlas y no pelearlas. Igual, la crisis de los 40 es un poco más de lo mismo.

Y me siento a escribir sin pretensiones, viendo lo mucho que he cambiado en estos casi 20 años. Lo mucho que hemos cambiado, señorita sabelotodo, para poder llegar hasta aquí. Y sigo cogiendo el coche para ir a ninguna parte, llorando de risa y miedo, escondiéndome detrás de verborrea insoportable cuando me siento incómoda, transformándome en quien no soy cuando me pongo nerviosa, pensando con k, evitando mi nombre, guardando la violencia para la pared del baño, buscando quién soy y por qué yo no encuentro el lugar al que pertenezco. Sigo en el limbo de la vida. 

Y joder, cómo me gusta sentarme a escribir, y cómo lo echo de menos. Sin pretensiones. Sin más.



LOS LIBROS DE HISTORIA NO SON DE VERDAD

En una sociedad que hace apología del raciocinio, que critica las utopías y que no acepta idealismos, repetimos, a pesar nuestro, los mismos...