ESE LUNAR QUE TIENES, CIELITO LINDO, JUNTO A LA BOCA

Al principio, me escribías en la espalda, me dibujabas sonrisas con el dedo y, cuando cerraba los ojos, te empeñabas en recontarme los lunares uno a uno. Después dejaste de pintar sonrisas, seguías hurgando con la mano en todos mis recovecos, pero con más ansiedad, como con prisa. Hasta que llegó un día en que cerrar los ojos significaba dormir, nada más. No perdí los lunares pero, con el tiempo, olvidé que los tenía. 

SON PERFECTOS

Estoy en el camino.
Ando a zancadas dobles, con mis medias sonrisas.
Cada cosa en su sitio.

Pero al llegar las noches en ke la luna gime,
cuando me siento sola,
cuando el frío congela las buenas intenciones y tanto amor a tragos
me lleva a la resaca,
en todas esas noches de dos terrones, gracias,
que el dulce es sólo dulce y ya me sabe a poco,
los busco en el armario.

Desato los cordones con que abrocho el deseo,
me miro en el espejo y estoy al otro lado.

Los busco sin descanso en las noches más tristes,
en las que no me encuentro.
Los busco entre las sábanas, debajo de mi ombligo y cerca de mi pecho.
En todos los lugares en los que un día estuvieron.

Me siento frente a ellos y sonrío.
Recuerdos de las noches que nunca terminaban,
de la luna,
de las manos a tientas en las tardes de frío.

Me calman los temblores a base de reirse, de burlarse.
Y me cogen con fuerza hasta ke lloro,
hasta ke estoy entera.

Mezclo cada segundo con los días ke pasan y me ensucio el vestido.

Y al terminar, de nuevo, recojo mi presente,
lo meto en la mochila
y voy hasta el futuro con mis dobles zancadas.

No pasa mucho tiempo sin ke mire hacia atrás.
Respiro más segura si tengo a ké agarrarme.