1.1.11

ME GUSTABA ESPERAR A QUE NO VINIESES

Froté el cristal de la ventana con el dorso de la mano para quitar el vaho y miré al otro lado. La calle seguía igual de vacía. No ibas a venir. Lo sabía y aún así seguía esperándote. No era un espera cargada de esperanza. Solo yo y la calle vacía y un rato después otra vez frotar el cristal. Y la certeza de que no vendrás.

No. Qué va. No creo. Y cambiaste de tema. Siempre era así, pero tenía algo mágico sentarme a esperar a que no vinieras. Seguir siempre el mismo ritual. Encender la estufa. Ir a la cocina y calentar agua. Esperar de pie a que hierva el agua. El té. La manta. El libro que no leo. El sofá y el vaho. Y tu parte, la más importante, que no vengas.

Me gustaba esperar a que no vinieras.

Ese día en la calle no había fantasmas. Los coches que pasaban de vez en cuando los espantaban. Supongo que para ellos el año nuevo también tiene algo de especial. Luces hasta más tarde que de costumbre y a lo lejos fuegos artificiales, pero el camino está igual de vacío que siempre. Esperé por lo menos dos horas. Mirando por la ventana. Abriendo y cerrando el libro. Y seguiste sin llegar...

Que no vengas nunca, lo hace todo mucho más sencillo. Sin sorpresas. Es fácil sentirse segura así. He querido explicártelo por lo menos cien veces. Siempre empiezo convencida. ¿Sabes...? Y ahí termino. Por alguna razón nunca te lo cuento. Puede que quiera seguir ese juego en el que tú piensas que quiero que aparezcas. O el de que no te espero. Quizá debería habértelo dicho una sola vez.

Me sentaba a no esperarte muchas veces y tampoco te lo dije nunca. Sobre todo los domingos. Y cuando llegaba muy triste del trabajo. Entonces incluso me saltaba algún paso, como si tuviese prisa. Entraba corriendo, me descalzaba, manta, libro, vaho y tú. La falta de ti.

Eran más de las 6. Llegaban a casa después de salir. Eran como sombras entrando en los portales. Algunos cantaban. Sombras alegres porque empezaba un nuevo año. Y yo pensé que me gustaba empezar el año sabiendo que no vendrías. No esperándote.

Un coche aparcó debajo de la ventana. Froté por última vez el cristal agarrando la manga del jersey con la mano para no notar el frío. Pero era tu coche y el frío se me metió hasta en el estómago. Cerré los ojos porque no quería verte. ¿Qué hace aquí? No vengas. No vengas. Fue abrir la puerta del coche y dejé de esperar, para siempre.

Me gustaba más esperar a que no vinieses.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy madrugadora para ser año nuevo...empecemos el 2011 dibujando en el vaho en vez de limpiarlo.....

Mr . A dijo...

Muy bueno .

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